La evidencia científica sugiere que la planta de cannabis se origina en Asia Central, donde era autóctona del ecosistema de gran altitud de la meseta del Himalaya. Desde allí se extendió por todo el planeta y ahora se puede encontrar prácticamente en todos los continentes. En muchos lugares el cannabis crece de forma silvestre, pero en la mayoría de los casos se cultiva por sus propiedades beneficiosas únicas.
Existen tres subespecies de cannabis, cuyo nombre más preciso es Cannabis sativa L.: sativa, indica y ruderalis. Algunas formas de sativa son las conocidas variedades de “cáñamo industrial” o “hemp” que se utilizan legalmente para la producción de alimentos y otros fines industriales.
Las dos variedades, la Cannabis sativa a la Cannabis índica se diferencian en sus características morfológicas. Las variedades índicas son más pequeñas, con hojas más anchas y oscuras, flores más llenas, tallos firmes y corteza más delgada. Las plantas del Cannabis sativa suelen ser más altas, con hojas de color claro, más delgadas y puntiagudas. Por lo general, también hay una diferencia significativa en el olor, lo que indica diferentes perfiles de terpenos.
Distinguir entre la especie Cannabis sativa y la especie Cannabis índica a nivel de especie ha sido un tema controvertido durante las últimas décadas. Actualmente, está ampliamente aceptado que las plantas de cannabis son una sola especie, la Cannabis sativa, con otras variedades definidas como sus variantes o subespecies. Las variantes pueden diferir con respecto a la cantidad de los 400 compuestos presentes en las plantas del cannabis y, en consecuencia, con respecto a los efectos beneficiosos debido a su bioactividad inherente.
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